sábado, 10 de mayo de 2008

Entre tópicos y películas

Grande, enorme, rica, poderosa, cosmopolita, fría, bulliciosa, cinematográfica, rápida, humeante, alta, brillante, interminable, cultural...quizás todas o ninguna de estas cosas. Definir Nueva York es pararse en cada uno de sus tópicos y desmenuzarlos poco a poco, y ver que detrás de ellos hay muchos otros, conocidos y no tanto.

Todo el mundo lo dice: es como estar en una película...”sisi, yaya” (decía yo)...Pero es que no sabeis: ES REALMENTE COMO ESTAR EN UNA PELÍCULA!!! Por allí ves las alcantarillas humeantes desde la que saldrá un todavía negro Michael Jackson con ojos de serpiente, allá esas escaleras de emergencia de “Primos Lejanos”, Woody Allen se puede asomar en cualquier momento tras una esquina del Soho, entras en un garito del East Village y huele a Rock de los 70’s, 80’s, 90’s y los 00’s, los negros son muy negros, los gordos muy gordos, la comida a lo bestia, los policias con rosquillas...Lo que no te llega tanto desde la pantalla es el olor en cada esquina a todas las partes del mundo (lo mismo Turquía, Italia o el lejano oriente), ni el sonido vibrante de una pandereta acompañada de contrabajo, guitarra y trompeta interpretando buenas notas de Jazz, ni el incesante metro que lleva a los más noctámbulos al tiempo que a los más madrugadores por esa ciudad que efectivamente, nunca duerme...

Tras el primer impacto de realidad y minimalismo (hasta una papelera tiene su interés porque “sale en las películas”!) y gracias a unas inmejorables vistas de un piso prestado entre Harlem y Manhathan (gracias Bego & Fam!), nos empeñamos en patearnos cada centímetro y descubrir las otras caras, paseando por el famoso Central Park y sus corredores de primeras horas, con sus museos que te llevan desde los dinosaurios de película de tres de la tarde hasta Picasso y sus “Señoritas”, pasando por el vanguardismo mas inexplicable del Whitney. Con sus misas de domingo con negros, hispanos y algún aparente blanco despistado llegando al éxtasis mientras cantan a sones del “Dios Todopoderoso”. Todo, desde arriba y desde abajo, con el vértigo de decir: “estoy aquí, estoy en Nueva York”.

Y cuando uno se va después de dos semanas, nota que no se va de otra ciudad más, porque seguro que a ésta se vuelve.

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