No tenía especial ilusión por conocer Nueva York. Me apetecía dedicar estos meses a vagar por otros lugares de nombres impronunciables, conocer minorías étnicas, adentrarnos en regiones de lenguas desconocidas...lo sé, suena un poco friki!! Todo esto se entremezclaba con prejuicios sobre lo más negativo de la sociedad y política norteamericana. Pero ahora he de confesarme seducida por esta ciudad, no por su espectacular belleza, sino por su atractivo... como el de esos amantes que no te llaman la atención en un primer golpe de vista, que incluso transmiten, si sólo reparamos en ciertos detalles aislados, tímida indiferencia...pero que con el tiempo te van seduciendo, descubriendo sus secretos, convirtiéndose en personas inolvidables...

Nueva York es una amalgama de avenidas enormes, de altísimos edificios que te hacen olvidar las nubes y el cielo. Una colección de calles y rincones muy presentes en nuestra memoria cinematográfica. Existe una sorprendente mezcla cultural y racial, cuyas poblaciones, en general, se hayan segregadas por barrios como por ejemplo en Chinatown, el Bronx o Little Italy. En los comercios, en los servicios de limpieza, en las taquillas del metro, predominan los inmigrantes, sobre todo latinos. En la actualidad, los hispanos son el segundo grupo no anglosajón más numeroso y esto se percibe en los carteles que animan a comprar con la frase "aqui se habla español", o cuando vas a comprar un billete de metro con tu inglés vallecano y te contestan en castellano: "son 5 dolares, por favor".
También llaman la atención el look atrevido y variopinto de sus habitantes, en el que predomina el negro y la heterogeneidad ante la mirada desprejuiciada de los transeúntes. Ciudad de oportunidades, de gente joven, siempre en movimiento pero también urbe de indiferencia, como nos expresaba un senegalés que conocimos vendiendo fotos en la calle. Sin embargo, hay otras cosas muy interesantes, como la defensa pública de los derechos del colectivo homosexual como las estatuas tamaño natural de una pareja de gays y lesbinas de la Plaza Sheridan.

Da la sensación de que esta ciudad nunca duerme: personas comiendo a todas horas, ofertas culturales y performances inagotables, el metro que no cierra (¡¡a ver si se entera la Espe de una vez!!), ni siquiera el ferry gratuito que cruza a Staten Island y que te permite fotografiar a cualquier hora las vistas del Financial District y la estatua de la Libertad.
Para los más comilones concentra casi todas las variedades culinarias del mundo (en unas semanas comimos en un indio, chino, vietnamita, dinner norteamericano, turco, ruso, italiano, malasio!!!). Para los más intelectuales los museos, inabarcables, agotadores pero fuente de continua admiración y en ocasiones crítica con tintes feministas, ecologistas, hacia la sociedad de consumo...Y para los forofos de la música, conciertos desde gospel en alguna de las misas de Haarlem (esa experiencia fue muy reseñable, imaginadnos a los cinco ateos, acudiendo a la misa del domingo de una comunidad protestante que nos acogió como a sus hijos pródigos: nos aplaudieron, rezaron por nosotros y hasta nos hicieron una traducción simultánea de la celebración al castellano!! Muy emocinante!!), jazz en locales como el Smoke, rock underground en East Village o soul en el Myriam´s.

Pero vinieramos de donde vinieramos y tuvieramos la edad que tuvieramos, todos parecíamos confluir en algún momento del día en los plateados vagones del metro y en Times Square.